Seguro que has oído hablar de las mariposas en el estómago o de algún amigo que toma alguna decisión con “las tripas”. O quizás tu mismo/a hayas notado que cuando estás nervioso/a o sientes ansiedad vas a la nevera, sea la hora que sea, y eliges normalmente aquello que no es precisamente lo más saludable, y no lo puedes evitar. O digieres mal, tu ritmo intestinal cambia o te sientes hinchado/a. Y sí, claro, las emociones influyen en nuestro sistema digestivo.
Los expertos le han puesto nombre y se llama el Sistema Nervioso Entérico, el cual está formado por más de 100 millones de células nerviosas que revisten nuestro tracto gastrointestinal desde el esófago hasta el recto. Este circuito nervioso es de doble dirección y se realiza a través del nervio vago hasta el tronco encefálico por vías aferentes hasta la médula espinal. Es decir, el tracto intestinal se comunica con el cerebro y él, a su vez con el sistema digestivo. Este circuito de neuronas, hormonas y neurotrasmisores manda mensajes al cerebro del estado del intestino, de manera que el cerebro “decide” impactar en el ambiente del intestino, pudiendo modificar la microbiota.
Evidencias recientes confirman que no sólo es el cerebro el que está atento a las bacterias que forman parte de nuestra microbiota, sino que estas mismas bacterias pueden alterar “nuestra percepción del mundo” y cambiar nuestro comportamiento. Entonces ya podemos entender que la necesidad de comer ese snack puede que no sea el cerebro directamente responsable de la necesidad imperiosa de comerlo, sino el otro, el segundo cerebro.
La composición de la microbiota bacteriana influye directamente en los niveles de serotonina, el neutransmisor responsable de que nos sintamos felices y tranquilos. A nivel general, una alimentación variada y el respeto a nuestra cronobiología, contribuyen a que nuestra microbiota sea también diversa. Las publicaciones científicas coinciden en que diversidad de microbiota es igual a salud.
Podemos incidir en la composición de la microbiota con lo que comemos, claro que sí. Te propongo seguir el método del plato en las comidas principales para conseguir esta variabilidad. Este método se basa en escoger un plato de unos 23 cm de diámetro y dividirlo en tres partes. La mitad del plato contendrá hortalizas y verduras de distintos colores (2 o 3 si puedes). De la otra mitad, un 25% será para las proteínas (carne, pescado, huevos) y el otro 25% corresponderá a los carbohidratos (patatas, legumbres, pasta, pan y cereales integrales a poder ser). No nos olvidemos del agua y de la fruta a diario.
Cuidarse no es tan difícil y depende de cada uno de nosotr@s.
Un buen amigo me dijo una vez: “La salud es un acto de individualidad”. Elige cuidarte.