Hoy en día se reconoce la gran importancia que tienen las grasas en la alimentación. Su bondad o perjuicio depende del tipo de grasa consumida, de la cantidad ingerida, de su digestión y metabolismo, del propio individuo (estado de salud general, edad, sexo) y de su estilo de vida.
En este artículo vamos a explicar que son los ácidos grasos, qué tipos hay y su implicación en el estado de salud, centrándonos en dos de ellos: el omega-3 y el omega-7.
¿Qué son los ácidos grasos?
Existe una variedad de ácidos grasos en la dieta de los seres humanos, en el torrente sanguíneo, en las células y en los tejidos. Los ácidos grasos son fuente de energía y componentes de las membranas celulares. Tienen actividades biológicas que actúan para influir en el metabolismo celular y tisular. A través de sus efectos, los ácidos grasos van a influir en la salud, el bienestar y el riesgo de enfermedad. Pero no todos los ácidos grasos son iguales ni cumplen las mismas funciones. Los ácidos grasos presentes en la alimentación humana se dividen en dos grupos principales: saturados e insaturados.
Los ácidos grasos saturados provienen de productos de origen animal principalmente (y alguno aceite vegetal) que ingerimos en la dieta (carne, lácteos y derivados, aceite de coco). Son necesarios como aporte energético, pero su ingesta excesiva puede hacer que se depositen en células, órganos o vasos sanguíneos, perjudicando así nuestra salud.
Los ácidos grasos insaturados se dividen en monoinsaturados y poliinsaturados. Los ácidos grasos monoinsaturados los podemos encontrar en vegetales como el aceite de oliva, el aguacate, etc. El principal es el ácido oleico, un tipo de omega-9 que ejerce una acción beneficiosa en el sistema cardiovascular, y el ácido palmitoleico u omega-7, que forma parte de las membranas de las células de las mucosas de todo el organismo, siendo imprescindible tanto para su estructura como para su funcionamiento. Dentro de los ácidos grasos poliinsaturados se incluyen los omega-3 (ALA, EPA y DHA) y los omega-6 (ácido linoleico, GLA, DGLA y AA). Se les conoce como ácidos grasos esenciales (AGE) ya que nuestro organismo no es capaz de sintetizarlos y, por tanto, deben ser obligatoriamente ingeridos mediante la dieta o suplementación alimentaria.
Centrándonos en el omega-3 y omega-7
¿Por qué son importantes para la salud? Actualmente es reconocido y aceptado que la suplementación con ácidos grasos omega-3, especialmente EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico), puede ser muy beneficiosa para el mantenimiento de la salud cardiovascular y en la prevención de hiperlipidemias (niveles altos de colesterol y/o triglicéridos) y que pueden favorecer otras funciones metabólicas del organismo humano. Existen al respecto muchos estudios que lo corroboran, por lo que la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) ha evaluado con resultado favorable el papel de EPA y DHA en el mantenimiento de la función cardíaca normal y el del DHA (ácido docosahexaenoico) en particular, en el mantenimiento de la función normal del cerebro y de la visión.
Los omega-3 los encontramos tanto en vegetales como en animales. Las semillas de lino, chía y calabaza, el aceite de linaza, soja y colza, y las nueces, entre otros, contienen ácido linolénico (ALA), que es el omega-3 “padre”. Pero este omega-3 debe ser transformado por nuestro organismo en ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), que son aquellos omega-3 que van a presentar propiedades saludables para nuestra salud. El omega-3 de fuentes vegetales, además de no absorberse eficazmente, su transformación en EPA y DHA se ven afectadas por exceso de omega-6, por un estilo de vida poco saludable (alcohol, tabaco, aditivos alimenticios), por enfermedad, fármacos (estatinas) y factores hormonales y metabólicos.
En cuanto a las fuentes animales, las que contienen mayor contenido de omega-3 (en su forma EPA y DHA) son el marisco, como el krill, y los pescados, en concreto pescados azules como el salmón, atún, caballa o anchoas. Aunque es recomendable incluirlos en nuestra dieta de forma habitual, nos encontramos con dos problemas: actualmente consumimos mayoritariamente pescado de piscifactoría (un ejemplo claro es el salmón, el cual es alimentado con piensos vegetales ricos en omega-6 y con un déficit de omega-3, grasa natural en estos peces salvajes); el otro problema es el gran cúmulo de metales pesados, sobre todo en los pescados azules de gran tamaño como el atún.
El omega-7 no es un ácido graso esencial ya que nuestro organismo lo puede sintetizar, pero su ingesta tiene numerosos beneficios para la salud. El omega-7 está presente en las nueces de macadamia, aguacates, algunos quesos y en la yema de huevo, entre otros. Es recomendable aumentar el requerimiento diario de este ácido graso a través de un complemento estandarizado en omega-7 si tenemos requerimientos aumentados por algún problema de salud, como síndrome de ojo seco, sequedad cutánea y sequedad vaginal.
Complementos de omega-3 y omega-7
Ya conocemos los beneficios de estos dos ácidos grasos, pero una tarea importante tanto para el profesional de la salud como para el consumidor final, es saber elegir el mejor complemento alimenticio de estas dos fuentes de ácidos grasos.
Como fuentes de omega-3, aunque los aceites de pescado de buena calidad son una buena opción, en los últimos años han destacado los suplementos de aceite de Krill. Proporcionan una mayor cantidad de EPA y DHA en forma de fosfolípidos, asegurando una óptima fluidez de las membranas de los glóbulos rojos, células cerebrales y tejido de articulaciones, y una biodisponibilidad y absorción mayor que los omega-3 de aceite de pescado.
Como fuente de omega-7, se ha venido utilizando el aceite de los frutos del espino amarillo (Hippophae rhamnoides), y recientemente, un grupo de investigadores ha desarrollado un proceso para obtenerlo de fuentes marinas. Se trata de un concentrado de aceite de pescado, con omega-7 purificado, procedente de anchoas de pesca sostenible en las costas de Perú. Este concentrado patentado contiene como promedio un 50% de omega-7 y tan solo un 0,8% de ácido palmítico, frente al 25 / 43% de omega-7 de las fuentes vegetales de espino amarillo (dependiendo de la variedad y del origen), y alrededor de un 30% de ácido palmítico, también dependiendo de la variedad y el origen.
Paula Saiz
• Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, especialidad en Biología vegetal.
• Master en Biología Vegetal Aplicada por la Universidad Complutense de Madrid.
• Colaboración en la Unidad de Patología Endotelial del Hospital Ramón y Cajal de Madrid: ensayos clínicos y fitoterapia antiedad.
• Actualmente forma parte del Dpto. Técnico y Documentación y Formación de 100% Natural.
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